En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias
no he gemido, ni llorado.
Ante las puñaladas del azar,
si bien he sangrado, jamás me he postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror.
No obstante, la amenaza de los años me halla,
y me hallará, sin temor.
Ya no importa cuan recto halla sido el camino,
ni cuantos castigos lleve a la espalda:
Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma.
Espero que hayas tomado conciencia que no hay carcel que pueda encerrarte cuando te conviertes en el amo de tu destino y capitan de tu alma. Hay un ejemplo a seguir.
En amor y liderazgo,
Pedro Sifontes
Coach for Leadership
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